El siglo XVIII y las pinturas perdidas
1.- El esplendor del convento en el siglo XVIII.
a.- El mejor de los conventos.

Terminada la construcción de la capilla del Rosario, y finalizado el trabajo pictórico de Eugenio Guilló, entramos en el siglo XVIII, que fue sin duda el de mayor esplendor de la iglesia y del convento de los dominicos de Castellón.
El dominico José Vela escribió el año 1750 la obra titulada «Idea de la perfecta religiosa Sor Josefa María García, del Real Convento de Capuchinos de Castellón», en la que cuenta la vida de esta religiosa capuchina nacida el año 1643.
Nos interesa aquí ese libro por la descripción que en él se hace del Castellón del año 1750 y, en concreto, del convento de los dominicos, actual iglesia de San Vicente Ferrer.
El autor dice del convento lo siguiente:
«Mantiene la villa de Castellón cuatro comunidades religiosas de crecido número. La de Santo Tomás de Aquino del Orden de Predicadores es la menos cuantiosa, pero observa una perfectísima formalidad en la observancia de la regla y constituciones, así en el Coro como en las demás operaciones monásticas. Y la casa es de las más hermosas y bien situadas que tiene la Santa Provincia de Aragón en los cuatro reinos que comprende. En el presbiterio de su iglesia yace el cadáver del referido padre Escuder, bajo una losa dispuesta por sus parientes, por haber muerto en aquella villa, huyendo de las inquietudes que entonces se temieron en Valencia».
Así, según el autor, si bien el convento de los dominicos no era el más numeroso de los de Castellón, sí era entonces el mejor de todos. El comportamiento de los religiosos del convento destacaba por su ejemplaridad y el edificio era también de los mejores que los dominicos tenían en el antiguo Reino de Aragón. En el texto se hace mención al dominico nacido en Castellón Juan Bautista Escuder, al que poco antes José Vela califica de «oráculo de virtud y ciencia».
b.- El dominico Juan Bautista Escuder.
Uno de los dominicos más notables de los que habitó en el convento de los dominicos fue Juan Bautista Escuder, que nació en Castellón el 18 de diciembre de 1662. Entró de muy joven en el convento, donde demostró una gran aplicación en el estudio. Se doctoró en teología y fue Catedrático de esa disciplina en la Universidad de Valencia.
Según escribe el dominico José Vela en 1750, Juan Bautista Escuder es uno de los grandes hombres que ha producido Castellón en todos los tiempos. En palabras de Vela, fue «oráculo de virtud y ciencia» y «llenó de honor a Castellón, su patria, y de luces a muchas almas con sus acertados dictámenes, consejos y doctrinas».
La «Biografía eclesiástica completa» de 1852 (tomo quinto) nos cuenta que Juan Bautista Escuder fue especialmente diestro en lengua latina, «en la que improvisaba con elegancia un discurso sobre cualquier asunto que se le propusiera». Era «deseado y buscado para predicar las cuaresmas y los sermones de mayor empeño».
Juan Bautista Escuder murió en Castellón el 5 de agosto de 1706, a los 44 años. José Vela nos informa que en el presbiterio de la iglesia de los dominicos de Castellón «yace el cadáver del referido Maestro Escuder, bajo una losa dispuesta por sus parientes». El también dominico Manuel Martín y Picó, en un escrito de 1791 al que luego nos vamos a referir, nos informa que «su cuerpo descansa bajo una lápida de mármol negro en medio de la iglesia de los Predicadores de Castellón».
En la actualidad la losa que indica el lugar de nuestra iglesia donde se enterró a Juan Bautista Escuder está cubierta por el pavimento que se colocó en las reformas realizadas en el siglo pasado. Pero, aunque no sepamos el sitio exacto, el cuerpo de este gran dominico sigue en algún lugar, bajo el suelo del presbiterio de nuestra iglesia.
c.- Residencia del Virrey de Valencia.
Nos da una idea de la importancia del convento en aquellos años el que se convirtió en residencia del Virrey de Valencia cuando venía a Castellón de visita.
Así sucedió el 3 de julio de 1698. Según nos cuenta Juan A. Balbás, ese día «llega a Castellón el virrey de Valencia don Alonso Pérez de Guzmán, hospedándose en el convento de Santo Domingo».
2.- Las pinturas desparecidas.
a.- Seis pinturas de gran valor.
En el siglo XVIII en la iglesia del convento de los dominicos de Castellón se podían admirar diversas pinturas de artistas de gran prestigio, que ahora tendrían un gran valor.
Juan Agustín Cean Bermúdez, en su monumental obra de seis tomos titulada «Diccionario Histórico de los más ilustres profesores de Bellas Artes en España», publicada el año 1800, nos informa de las pinturas de autores conocidos que existían en el siglo XVIII en la iglesia de los dominicos de Castellón. Las pinturas existentes en nuestra iglesia esos años eran las siguientes:
-En uno de los altares de la iglesia existía una pintura del tránsito de santa María Magdalena del pintor Juan de Juanes (1507-1579). Según Cean Bermúdez, se trata de una pintura «singular y de lo mejor de su mano».
-Del pintor Jerónimo Jacinto Espinosa (1600-1667) existían «unos retablitos» en uno de los altares de la iglesia.
-Y del pintor Francisco de Ribalta (1565-1628), había las siguientes pinturas: un santo Tomás de Aquino que estaba en el altar mayor; una virgen del Rosario que se hallaba entonces en la subsacristía; una pintura de San Luís Beltrán situada en el altar de la iglesia dedicado a este santo; y una pintura de Jesús situada en la que denomina «capilla de Jesús» de la iglesia.
La existencia de estas pinturas en el convento de los dominicos se confirma por las palabras de un testigo presencial que nos lo cuenta en el Tomo XIII de su obra «Viajes de España«, publicado el año 1785. Se trata de Antonio Ponz, Secretario de la Real Academia de San Fernando, que puso por escrito sus experiencias como viajero por toda España.

Según Antonio Ponz, las pinturas que se ven en el retablo mayor «pasan por originales del citado Ribalta; efectivamente son de su estilo, y si él no las hubiera ejecutado, pudieron hacerse bajo su dirección o por su hijo o por otro de los buenos discípulos que tuvo«. Según este testigo directo, también son de Francisco Ribalta «varias que hay en el altar de San Luís Beltrán«. Antonio Ponz nos informa de la existencia de algunas pinturas «en otros retablitos antiguos que parecen de su discípulo Jerónimo Espinosa«. E igualmente nos habla de la pintura de Juan de Juanes de María Magdalena en los siguientes términos: «singular es entre todas la que representa el tránsito de María Magdalena en uno de los retablos, en la cual se advierte el estilo fino y acabado de Juan de Juanes». En la iglesia debían existir también pinturas de otros autores, pero éstas, según Antonio Ponz, «son verdaderos mamarrachos».
Finalmente, se cuenta también con otro testimonio directo que se refiere a la presencia de diversas pinturas de Francisco Ribalta en la iglesia del convento de los dominicos de Castellón. Así se afirma en el texto del discurso que, con el título de «Oración con motivo de la solemne bendición del oratorio público en honor de la Virgen de la Sabiduría«, pronunció el dominico Manuel Martín y Picó en Castellón el 6 de diciembre de 1791, y que se publicó el año siguiente.

Según el relato de Manuel Marín y Picó, es de Ribalta «el lienzo principal de Santo Tomás de Aquino de su Altar Mayor, que hoy se guarda en la subsacristía«, así como también una Virgen del Rosario que está también guardada en la subsacristía, al igual que el lienzo «del Altar de Jesús«.
Seis cuadros sin duda muy valiosos de los que actualmente se desconoce su paradero. ¿Qué pasó con esas pinturas? ¿Cuándo desaparecieron? ¿Quién se las llevó? ¿Dónde están ahora?
Hemos intentado averiguarlo, siguiendo pistas y rastros que nos han llevado por distintos archivos y bibliotecas.
b.- ¿Cuándo desaparecieron?

Juan A Balbás, archivero del Ayuntamiento de Castellón, en su libro «Castellonenses ilustres», publicado el año 1883, nos informa de que en ese momento las pinturas yo no están en la iglesia. Refiriéndose a los tres cuadros de Ribalta, añade que «ignoramos su paradero». Y tampoco hay rastro de la pintura de Juan de Juanes ni de los retablos de Jacinto Espinosa.
En cambio, Pascual Madoz, en su «Diccionario geográfico estadístico histórico de España» de 1847, nos dice que, cuando compone su obra, estas pinturas todavía están allí. Según sus palabras «las pinturas que se ven en el retablo mayor pasan por originales de Ribalta: efectivamente son de su estilo. Varias que hay en el altar de San Luís Beltrán seguramente son suyas, y algunas en otros retablitos parecen de su discípulo Jacinto Espinosa. Muy singular es entre todas las que representa el tránsito de María Magdalena en uno de los retablos, en el cual se advierte el estilo fino y acabado de Juan de Juanes».

De la información que nos da Pascual Madoz se desprende que las pinturas seguían en la iglesia del convento después de la Guerra de la Independencia (1808-1814). No se las llevaron los franceses.
Las pinturas estaban en la iglesia antes de que el convento fuera desamortizado en 1835. Concluido el proceso desamortizador, las pinturas ya no estaban. Fácil es deducir el momento en el que se produjo la desaparición.
c.- La Comisión de Monumentos y las pinturas desaparecidas.
Como consecuencia de los Decretos de 25 de julio de 1835 y de 9 de marzo de 1836 se suprimió el convento de los dominicos de Castellón. El Estado se incautó de los edificios y de todo lo que había dentro, incluidas las pinturas.
Por Orden de 29 de julio de 1835 se estableció que en cada provincia se creara una Comisión, que luego se llamó de Monumentos, que tenían que inventariar, entre otras cosas, las pinturas de los conventos suprimidos. Esto se reiteró luego por una Circular de 14 de diciembre de 1836, que recordó la obligación de «recoger los cuadros de los suprimidos conventos». Se crearon, así, las Comisiones Provinciales de Monumentos, las cuales quedaron encargadas de elaborar el inventario con las pinturas procedentes de los conventos suprimidos. Esto es lo que debía también hacerse con las pinturas existentes en la iglesia de los dominicos de Castellón, a los que antes nos hemos referido.
En los archivos de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid se guardan los legajos correspondientes a la Comisión Provincial de Monumentos de Castellón (archivo biblioteca, sig. 2-37-1). En nuestro propósito por conocer el destino de los cuadros desaparecidos, hemos obtenido la copia digital completa de estos legajos.
La lectura de estos papeles manuscritos evidencia que pasaron más de 10 años hasta que la Comisión Provincial de Monumentos de Castellón pudo presentar el inventario de pinturas procedentes de los conventos suprimidos.
En un escrito de la Comisión de 26 de agosto de 1844 se informa que aún se estaba intentando conseguir el inventario de cuadros. Por fin el 20 de junio de 1846 se elaboró el único inventario de pinturas que figura en los legajos conservados en los archivos de la real Academia de Bellas Artes de Madrid.
En la «relación de cuadros que tienen depositados la Comisión de Monumentos de Castellón» figuran 39 pinturas. No se indica el autor de ninguna de ellas.


En la segunda página de la lista, entre otras, se relacionan una pintura de la Virgen del Rosario, otra de San Luís Beltrán e, inmediatamente después, otra de Santo Tomás de Aquino. ¿Son los tres cuadros de Francisco Ribalta que estaban en la iglesia de los dominicos de Castellón? No hay modo de saberlo con seguridad. En la relación no figura ninguna pintura de María Magdalena.
De otro documento de la Comisión de Monumentos de Castellón que se guarda en la Real Academia de Bellas Artes de Madrid parece deducirse que la Comisión no llegó a recoger ninguna pintura del convento de los dominicos de Castellón.
En la «relación de los conventos suprimidos de esta provincia en que se han recogido libros y cuadros», fechada el 13 de octubre de 1842, se detalla el número de libros y cuadros recogidos en los conventos de Castellón de los agustinos, de los franciscanos y de los capuchinos. Sin embargo, no se hace mención alguna al convento de los dominicos. De ello podría extraerse que no se recibió ninguna pintura procedente de la iglesia de su convento. ¿Por qué? Tal vez porque entonces ya no estaban allí.
Los legajos conservados en la Real Academia de Bellas Artes de Madrid ya no nos ofrecen más datos sobre el posible destino de las pinturas.
d.- La hipótesis de Ramón Huguet.

El año 1912 Ramón Huguet Segarra, que era entonces corresponsal de la Real Academia de Bellas Artes San Fernando, ganó el premio de los Juegos Florales del Rat-Penat de Valencia con un estudio titulado «Los cuadros del pintor Francisco Ribalta existentes en Castellón«, que se publicó el año siguiente.
En este trabajo Huguet se ocupa, entre otras cosas, del destino de las pinturas de Francisco Ribalta que estaban en el convento de los dominicos de Castellón y examina con detalle el caso concreto del cuadro de Santo Tomás de Aquino. Según Huguet, este cuadro se hallaba el año 1912 en la iglesia de la Purísima Sangre de Castellón.
Huguet afirma haber encontrado un «manuscrito inédito» en el archivo de la Comisión Provincial de Monumentos en el que se dice que el «Santo Tomás de Aquino original de Francisco Ribalta» y procedente del convento de Santo Domingo «en 10 de noviembre de 1849 estaba colocado en el púlpito de la Iglesia Parroquial de Castellón«, que era la iglesia arciprestal de Santa María. Este documento al que se refiere Huguet no está entre los legajos de la Comisión de Monumentos de Castellón archivados en la Real Academia de Bellas Artes San Fernando de Madrid que nosotros hemos podido consultar, pero no se puede descartar que sí estuviese en los papeles conservados en Castellón que el autor pudo consultar. A partir de ese documento, Huguet concluye que «tenemos como cosa segura que en noviembre de 1849 estaba en el púlpito parroquial de Santa María el Santo Tomás de Ribalta«.
Huguet se refiere también al hallazgo por él de otro documento del que resulta que el comisionado de amortización de Castellón el 17 de octubre de 1838 entregó a la llamada «Comisión eclesiástica» con destino a la parroquia de Santa María (que era entonces la única parroquia de Castellón capital) una serie de cuadros procedentes del convento de los dominicos, entre los que figura el Santo Tomás de Aquino de Ribalta. Este documento tampoco está en los legajos que se conservan en al Real Academia en Madrid que nosotros hemos consultado.
Según Huguet la pintura de Santo Tomás de Aquino permaneció en la iglesia de Santa María hasta 1869. Entonces se efectuaron unas obras de reforma y el cuadro se trasladaría a la iglesia de la Sangre, que estaba adscrita a la de Santa María.
Ciertamente, la legislación desamortizadora (véase el artículo 23 del Decreto de 9 de marzo de 1836) permitía que se pudieran disponer a favor de las parroquias de la Diócesis objetos pertenecientes al culto procedentes de los conventos suprimidos, lo que habría dado cobertura a la entrega de algunos cuadros usados en el culto a la Parroquia de Santa María. Si esa entrega se efectuó en 1838, como afirma Huguet, esto explicaría que en la documentación por nosotros consultada y que se conserva en Madrid no se haga ninguna mención a pinturas procedentes del convento de los dominicos; la relación de la Comisión de Monumentos se hizo años después. Sin embargo, hasta ahora no hemos localizado los documentos inéditos a los que se refiere Huguet, por lo que sólo tenemos su testimonio.
Huguet describe en su trabajo la pintura de Santo Tomás de Aquino, pero, a diferencia de lo que hace con otras pinturas de Ribalta estudiadas por él, no incluye en el libro su fotografía. Según la descripción de Huguet, en la pintura:
«aparece el santo doctor de media figura y tamaño natural. Viste hábito negro y colgando del cuello lleva los atributos de su alto ministerio. La cabeza aparece de frente y está pintada con gran sencillez; su tonalidad es caliente, entrando las tierras que contribuyen a dar a la tez un matiz algo moreno. No está pintada con grueso color pero tampoco se funde excesivamente la pincelada. Los ojos son muy uniformes, les falta expresión y parecen dibujados de manera (sic). Nada hay, sin embargo, en la figura que la haga indigna del pincel de Ribalta, aunque no existe nada tampoco que la eleve a la categoría de las obras maestras. Adivínase sin embargo indudable semejanza entre esta cabeza y una de las figuras de monjes del cuadro de San Bruno del instituto, y ello podría indicar que se pintaron ambas por un mismo autor utilizando igual modelo. Hay, pues, por lo que a la parte artística se refiere, indicios de que esta obra puede referirse a Ribalta, pero no seguridades, por lo cual concluiremos creyendo en la probabilidad pero no afirmando, que el cuadro de que tratamos sea original del patriarca de la pintura castellonense».
La pintura de Santo Tomás de Aquino de la iglesia de la Sangre fue destruida durante la Guerra Civil.