La fundación del convento de los dominicos de Castellón.
Castellón a mediados del siglo XVI.

El año 1579 se fundó el convento de los dominicos en Castellón de la Plana, cuya iglesia es ahora la Parroquia de San Vicente Ferrer.
El primer convento dominico se levantó en la provincia de Castelllón el año 1359 en la localidad de San Mateo. Esta villa ocupaba un lugar estratégico, ya que por ella discurría la Vía Augusta, principal vía de comunicación entre Valencia y el principado de Cataluña. Como dice fray Tomás Echarte, más de dos siglos permaneció en solitario esta comunidad, cumpliendo con esmero y hasta con sacrificio una tarea de apostolado y también de albergue de peregrinos, pobres y necesitados. La economía del convento no era desahogada, habida cuenta de los escasos recursos de las cortas limosnas de los fieles.
La segunda mitad del siglo XVI fue para la orden de los dominicos un tiempo de expansión. Un centenar de nuevos conventos dominicos se fundaron en ese siglo en España. Fue notable la contribución de los dominicos en la tarea evangelizadora que se emprendió en el Nuevo Mundo, en la que destacaron por su preocupación a favor de los indios.
Cuando se fundó el convento de los dominicos en Castellón habían transcurrido a penas 8 años desde la batalla de Lepanto, que tuvo lugar el año 1571. En la organización de la flota que consiguió tan decisiva victoria tuvo papel destacado el Papa Pío V, dominico. La devoción a la Virgen del Rosario y al rezo del Rosario están íntimamente relacionados con ese ese Papa y con aquella victoria.
Reinaba en España Felipe II y en aquel tiempo en el Imperio Español nunca se ponía el sol. España era, sin duda, la principal potencia mundial y la gran defensora del catolicismo.
Fue en ese contexto en el que los dominicos decidieron fundar un convento en la población de Castellón, que entonces no llegaba a los 1.000 habitantes
Nos podemos hacer una idea de cómo era el Castellón de mediados del siglo XVI viendo la maqueta que se encuentra a la entrada de la plaza Hernán Cortés, muy cerca de la iglesia, y que mostramos en la fotografía. La maqueta se ubica precisamente en el lugar donde se encontraba la torre que en la foto figura en el extremo inferior derecho.
En aquellos años la población de Castellón no llegaba a los mil habitantes (en el año 1574 tenía Castellón 592 vecinos). Dentro de sus murallas existían entonces dos conventos: el de los agustinos, situado donde ahora se ubica la iglesia de San Agustín, que estaban en Castellón desde al menos el siglo XIV; y el de las monjas clarisas, fundado el año 1523, situado donde ahora está la Plaza Santa Clara. Fuera de la muralla, en la zona donde ahora se sitúa la iglesia de San Francisco, estaba el convento de los franciscanos, que se fundó el año 1502.
Será ya en la segunda mitad del siglo XVI cuando los dominicos, que tan destacado papel estaban teniendo en la evangelización del Nuevo Mundo, decidieron fundar un convento en Castellón.
Un horno de cerámica antes de la fundación del convento.

En los terrenos en los que en el año 1579 se construyó el convento de los dominicos de Castellón existía con anterioridad un horno de cerámica.
El Servicio de Arqueología de la Diputación Provincial de Castellón llevó a cabo hace unos años unos trabajos arqueológicos en el subsuelo de la actual Capilla del Rosario de la iglesia de San Vicente Ferrer. Los hallazgos encontrados permiten reconstruir la situación existente los años previos y posteriores a la fundación del convento.
Según los arqueólogos, bajo la actual Capilla del Rosario, antes de que se fundara el convento, entre los años 1520 y 1579, existía un horno de cerámica, cuyos restos se han encontrado. Este horno de cerámica abastecería a la población de Castellón de los utensilios cerámicos ordinarios.
En la foto vemos el horno descubierto en los trabajos arqueológicos, así como el lugar exacto de la Capilla del Rosario en el que se encontró.
La situación de este taller cerámico era ideal: al lado de la acequia mayor, que le suministraba agua; junto al camino del mar, que le daba un buen acceso; y apenas a 100 metros de la villa amurallada de Castellón, lo que permitía a los vecinos acercarse cómodamente para adquirir los utensilios de cerámica que podían necesitar.
Se decide la fundación del convento.


Previa licencia del prelado de Tortosa, el año 1579 los dominicos decidieron levantar un convento fuera de las murallas de Castellón, en plena huerta, en las proximidades del molí Roder, al lado de la acequia Mayor y del Camino del mar. Se fundó así el que entonces se denominó Convento de Santo Tomás, cuyo templo es ahora la iglesia de San Vicente Ferrer de Castellón. Del Convento de Santo Tomás se conserva también el claustro, que en la actualidad es el patio central del Conservatorio de Música.
La noticia de la fundación el año 1579 del convento de los dominicos en Castellón nos la proporciona un libro cercano a los acontecimientos, publicado el año 1599, cuyo autor es el dominico Francisco Diago. El título del libro es Historia de la provincia de Aragón de la Orden de Predicadores desde su origen y principio hasta el año de mil quinientos noventa y nueve. Se trata de una obra que, digitalizada, es de acceso público en Internet.
Según el libro, «el convento de Nuestra Señora del Rosario de la villa de Castellón del Reino de Valencia fue fundado el 15 de enero de 1579». Los terrenos fueron donados por «el caballero llamado Jaime Miralles, doctor el leyes». Fue el donante del terreno el que decidió que en medio del altar se pintase a Santo Tomás de Aquino y a sus lados Santa Ana y Santa Leonor. Por eso el convento se llamó de «de Santo Tomás de Aquino». A lo que se añade que el convento «después ha ido perdiendo ese nombre y tomado el de Nuestra Señora del Rosario».
Fue fray Juan Vidal el que tomó posesión del nuevo convento. Según cuenta Tomás Echarte, Vidal, nacido en Palomar de Albaida (Valencia) gozaba de un extraordinario prestigio en Valencia, donde fue varias veces prior de predicadores. Fue discípulo del también dominico valenciano San Luís Bertrán, que falleció dos años después de la fundación del convento, y cuya imagen encontramos en la cúpula de nuestra capilla del Rosario, junto a Santo Domingo, Santo Tomás de Aquino y San Vicente Ferrer.
Según el historiador dominico Tomás Echarte Aguinaga, seguramente Jaime Miralles mantendría amistad con fray Juan Vidal y afecto y devoción por la orden de los dominicos, lo que explicaría la generosa donación de sus tierras para edificar el monasterio. Jaime Miralles, seguramente pertenecería a la familia de los Miralles, de origen catalán, establecida en el siglo XIII en el Reino de Valencia, que ocupó cargos de gobierno, y que mostró interés por la cultura europea del momento, pues varios de sus miembros estudiaron en Lérida y en Sorbona.
De este modo, podemos dar por seguro que entre 1579 y 1599 se construyó la primitiva iglesia del convento, que sería mucho más reducida que la actual, que se completaría ya en el siglo XVII. El que en medio del altar figurase precisamente Santo Tomás de Aquino se debió sin duda a su condición de dominico y a la particular devoción que le profesaría Jaime Miralles. Como persona letrada, es de suponer que debía conocer y admirar la obra teológica de Santo Tomás. Desconocemos los motivos de la elección de las dos santas que acompañaron al dominico. Santa Ana es la madre de la Virgen María. Más difícil es identificar a Santa Leonor (seguramente se trataría de Santa Leonor de Provenza, 1223-1291) y conocer los motivos de la elección de Jaime Miralles. Tal vez su esposa o alguna de sus hijas se llamaran Leonor. Ninguna de estas pinturas se ha conservado.
Un telégrafo óptico en el campanario de la iglesia (1850-1857)
Te contamos la curiosa historia del telégrafo óptico situado en la torre del campanario.
Los primeros años del convento: la pequeña bodega.

Como hemos visto, el año 1579 se fundó el convento. Los primeros años no existía aún la iglesia con su extensión actual. Las dependencias que se erigieron en ese primer momento debieron ser bastante modestas, puesto que apenas vivirían allí unos seis frailes. Sin embargo, los hallazgos arqueológicos han encontrado debajo de la actual Capilla del Rosario los restos de unas instalaciones de transformación y almacenamiento de productos agrícolas, en concreto de vino. Se han hallado así restos de una pequeña bodega o lagar, donde los monjes elaboraban el vino necesario para sus actividades litúrgicas y para su propio consumo. En este período, que estaría comprendido entre 1579 y 1593, consta que próximo al convento los dominicos poseían una viña que “daba unos 500 cántaros de vino”, lo que equivaldría aproximadamente a unos 3.000 litros.
Seguramente la bodega siguió en funcionamiento, con algunas ampliaciones, hasta el año 1690, cuando se construyó la Capilla del Rosario. La construcción de la capilla del Roser supuso el total desmantelamiento de tales instalaciones, que fueron recubiertas y acabaron sepultadas en el subsuelo de la capilla.
La consolidación del convento.


Hasta el año 1593 el convento no adquirió el rango de priorato, por lo que sus instalaciones debían ser bastantes modestas y solo contaba con 6 religiosos.
Sabemos que el año 1589 el Consell del municipio de Castellón autorizó construir «un abeurador davant lo Roser, camí de Fadrell». Así, en esa fecha se aprobó la construcción de un abrevadero (esto es, un estanque o pilón de agua para dar de beber al ganado), que se situó precisamente delante del convento, conocido ya entonces como como del Rosario. El convento estaba situado en dirección del camino que desde el poblado de Castellón se dirigía a las alquerías de Fadrell.
Para poder transitar hasta el convento los frailes debieron construir un acceso desde el portal de la muralla situado en la actual esquina de la Plaza Hernan Cortés, que transcurría paralelo a la acequia Mayor, en lo ahora es la calle Guitarrista Tárrega, así como también paso sobre la acequia Mayor.
El año 1593 el convento alcanzó el rango de priorato. Con ello el convento, denominado entonces de santo Tomás de Aquino, se equiparaba con el de las otras grandes fundaciones, con un equipo de 12 religiosos, que era el exigido para una casa prioral en las leyes entonces vigentes.
Pocos años después, en 1613, nuestro convento, como todos los restantes de la Corona de Aragón, tuvo que confeccionar un informe o memorial. Así, el Padre Serafín Sioco, maestro de la orden en aquel momento, remitió al Provincial de Aragón, Fray Rafael Rifós, un memorial o cuestionario que constaba de once puntos. Los datos recogidos con carácter general en todos los conventos dominicos de Aragón se enviaron por el padre Rifós al Archivo Histórico de la curia generalicia de Santa Sabina de Roma.
En el año 1613 en el convento vivían doce religiosos, un donado y dos criados. En ese momento las obras previstas no estaban finalizadas: quedaba por acabar la iglesia y el claustro. En el convento unos frailes trabajaban las sus tierras y otros se dedicaban a predicar, confesar y pedir limosnas. Existía un huerto pegado al convento y una viña situada a una legua, en la que se recogían trescientos cántaros de vino en un año. Sin embargo, en el informe se señalaba que en algunos años los gastos de gestión de estas tierras superaban lo de ellas se obtenían.
Tomás Echarte, al estudiar el documento, concluye que la economía conventual era precaria. Las dificultades económicas del convento se ponen de manifiesto en el cuestionario con estas palabras: “tiene de gasto este convento unos años con otros lo mismo que de recibido y ordinariamente el excede el gasto al recibido”. En cuanto a los donativos de los fieles, tampoco son numerosos, ya que “la apretura de la gente es grande y la caridad poca”.
El dominico e historiador de la orden Tomás Echarte, tras transcribir el cuestionario que el superior del convento de los dominicos de Castellón elaboró el año 1613, hace su propia valoración en los siguientes términos:
“En el informe presentado por la Comunidad de Castellón, además de lo indicado anteriormente, se precisan fundamentalmente dos cosas: la configuración del convento y su status económico.
a.- Queda bien claro que el convento de Santo Tomás en esas fechas tiene el rango de Priorato, con personal cualificado y ordenado a la predicación.
b.- Se advierte que la economía conventual es precaria, hasta el punto de que no puede realizar obras, ni en la iglesia, ni en el claustro y dependencias.
Pero hay algo que no hemos podido esclarecer: ¿tuvo este convento Estudio General?
En la nómina de religiosos aparece el Padre Mauricio Gomiz como Lector de Artes, y el hermano fay Francisco Artañá, como estudiante. Quizá se impartieron clases con escaso alumnado de la población, pero sin llegar a la categoría de un centro de estudios superiores de la Orden”.
El año 1600 el Consell municipal de Castellón efectuó una aportación para ayudar a la construcción de la iglesia y que en el año 1616 se solicitó también ayuda una Consell castellonenese «de doscientas libras para llevar adelante la construcción del convento«.
Muy posiblemente las obras del templo se finalizarían antes del año 1648, pues ese mismo año el maestro Juan Ibáñez comenzó la construcción del claustro adjunto. Entre 1661 y 1668 se construyó la torre del campanario.
Estas dificultades en el proceso constructivo pueden explicar las discordancias existentes en la continuidad del desarrollo de las molduras que componen el tradós de arcos de acceso a las capillas laterales, los diferentes tipos de bóvedas usados en la cubrición del edificio y las formas decorativas de las capillas.
Finalizadas las obras de la iglesia, se inició la ornamentación y decoración de altares, retablos y pinturas. En 1651 el escultor valenciano Antonio López tallaba el retablo de la capilla de San Vicente Ferrer, y poco después de 1654 se haría el esgrafiado ornamental que todavía podemos ver en algunas capillas, siguiendo las pautas establecidas por el maestro Juan Ibáñez, a quien debe también atribuirse la pequeña estancia copulada que pudo ser antigua sacristía a los pies del templo. Algo más tarde, Jerónimo Jacinto de Espinosa realizaba las pinturas del altar de la capilla de Santo Domingo.
La construcción del claustro del convento.

El año 1648 el arquitecto, obrero y constructor Joan Ibáñez comenzó la construcción del claustro del convento. El claustro, que se concluyó alrededor del año 1659, es la única sus obras que se conserva, pues se ha mantenido integrado en el Conservatorio de Música.
Joan Ibáñez era aragonés de origen, pero estaba afincado en Vila-real. Tuvo bastante trabajo tanto en Castellón ciudad como en los pueblos del entorno. El año 1653 Ibáñez presentó un anteproyecto para la ampliación y reforma del Hospital de Castellón, que luego se ejecutó. En 1656 fue el encargado de arreglar y reedificar el remate de la torre del campanario de la plaza del Ayuntamiento. En el año 1656 Joan Ibáñez recibió también el encargo de construir un nuevo santuario para la Virgen de Lidón, que quedó terminado en 1663. Las posteriores ampliaciones de la primero ermita y ahora Basílica de Lledó implicaron la desaparición de la obra efectuada por Ibáñez.
Los especialistas opinan que alrededor de Joan Ibáñez se formaría toda una pléyade de picapedreros y albañiles especializados que, entre finales del siglo XVII y comienzos del XVIII, participaron activamente en la mayoría de las construcciones y reformas de los principales edificios de Castellón.
Volviendo a nuestra iglesia, se considera que hacia el año 1654 el esgrafiado ornamental que todavía podemos ver en varias capillas se ejecutó siguiendo las pautas establecidas por Ibáñez, a quien también se le podría atribuir la construcción de la pequeña estancia copulada que ahora se usa como sacristía.
El retablo de San Vicente Ferrer de 1651.

Un documento notarial de 27 de agosto de 1651, conservado en el archivo histórico de Castellón, y dado a conocer por Fernando Olucha en su libro «Dos siglos de actividad histórica en la villa de Castellón», nos informa de la existencia de un retablo con la imagen de San Vicente Ferrer realizado por el escultor Antonio López y colocado en «la Capilla de San Vicente Ferrer de la iglesia del Convento de Santo Tomás de Aquino» de Castellón.
El documento notarial formaliza el encargo efectuado por Doña Jacinta Feliu, viuda del doctor en leyes Don Cristóbal Miralles, con el escultor Antonio López para que, por el precio de 100 libras, realice este retablo.
De este documento podemos deducir que el año 1651 la ampliación de la iglesia ya estaba terminada y una de las capillas laterales se dedicaba a San Vicente Ferrer. En ese año no estaba aún construida la Capilla del Rosario, que es del año 1690.
Resultan también de interés la identidad de la mujer que hace el encargo. Se trata de la viuda del doctor en leyes Cristóbal Miralles. Sabemos que el convento de los dominicos se fundó el año 1579 en los terrenos donados por el también doctor el leyes Jaime Miralles. No puede tratarse de una simple coincidencia. Cristóbal Miralles con seguridad sería hijo o nieto de Jaime Miralles. Esto nos indica que la familia del donante del terreno siguió vinculada al convento, seguramente a través de la Cofradía del Rosario.
El documento notarial en el que se formalizó el encargo detallaba las características del retablo. Éste tenía que tener trece palmos de ancho y la altura que correspondiera en proporción. Encima del pedestal del retablo, entre seis columnas, tenía que situarse «una figura entera de madera de San Vicente Ferrer, de seis palmos de altura, bien acabada». El escultor tenía que encargare de suministrar la madera, realizar el trabajo, traer el retablo y colocarlo en la capilla. El plazo de ejecución de la obra fue de cuatro meses. A la firma del contrato se pagaron 40 «libras reales de Valencia» y a la entrega 60 libras más.
A finales del año 1651 el retablo de San Vicente Ferrer debió quedar colocado en la capilla.
¿Dónde estaba situada entonces la capilla de San Vicente Ferrer? Lo más probable es que esa capilla estuviera ubicada en el espacio ahora ocupado por la sacristía. En este sentido, en lo que queda de las pinturas que podemos ver en el techo, a las puertas de la sacristía, se ve una escena que evoca claramente a San Vicente Ferrer, pues puede leerse parte del lema característico de nuestro santo: «Timete Deum et date illi honorem». El detalle lo vemos en la imagen.
Este retablo de San Vicente Ferrer del escultor Antonio López no se ha conservado. Ignoramos qué fue de él.
La Capilla del Rosario.

Hacia el año 1690 se comenzó la construcción de la Capilla del Rosario.
Como ya dijimos, el claustro del convento, que aún se conserva, se terminó el año 1659. Entre 1661 y 1668 se construyó la torre del campanario. El último elemento, con el que la iglesia quedó ya con su actual configuración, consistió en la construcción de la capilla del Rosario.
En el archivo municipal de Castellón se conserva un documento fechado el 26 de noviembre de 1690 por el que el obrero Vicente Mascarós, junto con el albañil Maciá Zaragoza, recibe del calvario de la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario 32 libras por la obra de la capilla de la mencionada cofradía en el convento de Santo Tomás. Este documento demuestra que fue la Cofradía del Rosario, adscrita al convento, la que financió la construcción de esta capilla.
Efectuada la construcción de la capilla, se contrató al pintor Eugenio Guilló para que la pintara. El pintor acabó su encargo el año 1704. Los frescos de la capilla del Rosario son, sin duda, el elemento artístico de más valor de la iglesia de San Vicente Ferrer de Castellón.
Terminada la construcción de la capilla del Rosario, y finalizado el trabajo pictórico de Eugenio Guilló, entramos en el siglo XVIII, que fue sin duda el de mayor esplendor de la iglesia y del convento.
El Convento de Santo Tomás era entonces conocido popularmente como el «Convent del Roser», el convento del Rosario. La explicación de ello se encontraba en que en esta iglesia, como era normal en los establecimientos dominicos, estaba adscrita la Cofradía del Roser o del Rosario, que se dedicaba a promover la devoción del Rosario mediante actos que se celebraban los sábados y los domingos primeros de cada mes y de las fiestas titulares, una el mes de octubre y otra el mes de mayo. La primera de estas dos grandes fiestas se celebraba el primer domingo de octubre. Esta fiesta había sido instaurada por Pío V en conmemoración de la victoria de Lepanto de 1571 y fue extendida por toda la cristiandad por los papas Gregorio XIII, Clemente X y Clemente XI, hasta que finalmente, Pío X la fijó el 7 de octubre. La segunda fiesta era menos oficial, pero más popular y propia de Castellón, y se celebraba el primer domingo de mayo. Se trataba de una fiesta de mayo, de fecundidad, de labradores y campesinos, dedicada a la Virgen María. En esta fiesta está el origen de las actuales fiestas de Lledó, así como también de la celebración del Domingo de la Rosa.
Los frescos de la Capilla del Rosario, pintados por Eugenio Guilló el año 1704, son el elemento artístico más relevante de la iglesia. Se puede efectuar una visita virtual en otra parte de esta sitio web.